lunes, 9 de agosto de 2010

Expulsandote de mi.



Hoy mi cuerpo detonó en enfermedad, la causa no es física, pero el remedio deberá entrar por los poros de la piel y traspasar lentamente cada célula aliviando el dolor y erradicando la causa del malestar.
Hace días que el frío es intenso, al menos así lo siento en los huesos, como un enorme bloque de hielo sobre la espalda.  Como las oscuras e interminables noches que busco tu presencia sin encontrar un solo aliento.
A pesar del frío interior, la temperatura indica que sube en forma desmedida, la piel arde. Como arde cada noche el deseo de sentir tu piel y tus manos que acarician.
Cada músculo se contrae al menor movimiento, duele a cada paso, se niega a andar.  Así como duele cada intento por encontrarte.
De mis ojos brotan lágrimas que no puedo contener, brotan y escurren por mis mejillas enrojecidas.  Las lágrimas brotan, como brota el amor en mi alma y busca salida.
Mis fosas nasales están cerradas, me impiden llevar oxígeno  a mis  pulmones, no puedo respirar. De igual manera que tu ausencia me roba el aire, me asfixia.
Pero no dejaré que la enfermedad acabe conmigo, le haré frente, me levantaré y seguiré sobre el camino donde un día te encontré.
Me daré un baño caliente, dejaré que el agua se deslice lenta y fuertemente sobre la espalda, permaneceré allí, en completa quietud. Pondré pétalos y hojas aromáticas dentro del agua caliente, para que su aroma abra las fosas nasales y se perfume la piel.  Cada poro se limpiará, las impurezas se marcharan.
Con gotas de miel, aliviaré las llagas que queman mi garganta, que me han hecho  guardar silencio y que dulcemente devolverán las voz y la tersura a los labios.
Cubriré mi cuerpo con un tibio edredón, descansare en mi cama y esta noche la luna curará las heridas de mi alma, para sanarme de ti, de la enfermedad que hoy ataca mi cuerpo intentando llegar a mi alma.
Mañana, la enfermedad estará extinta, como la oscuridad de la noche que se habrá convertido en día.

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