viernes, 8 de abril de 2011

Conmigo



Estoy… con todo lo que implica: como y saboreo, escucho e identifico, pienso y escribo.

Necesitaba este encuentro, ver hacia adentro, escucharme, responderme, ratificar mis votos de amor  y aquí estoy.

Observo al hombre de enfrente, aproximadamente sesenta años, cabello cano, bigote, delgado, también está solo; me gusta su figura serena.

Hay un grupo de cinco ó seis mujeres a mi lado, se conocen, pero no hay lazos entre ellas, a pesar de su cercanía se notan distantes.

La soledad es un concepto común para la gente que me rodea, dicen que estoy sola (… sonrío), no se han dado cuenta que a pesar de que están acompañados están más solos que yo.

Sentí una mirada, es una mujer joven sentada en el extremo del restaurante, me analiza y lo noto.

Frecuentemente me siento fuera de lugar, no por eso estoy incómoda, pero es como si estuviera en un lugar al que no pertenezco, estoy esperando el regreso a casa y estoy segura que me iré.

Veo rostros pasar junto al cristal, entrar y salir, ir y venir, creo que los seres humanos nos olvidamos de nosotros mismos y llenamos el vacío con cosas que se mueren con el tiempo.

Mientras como, mi respiración es lenta y profunda, aunque mi mente está acelerada. El caldo tlalpeño me gusta, el queso que se derrite, el aguacate y el pollo, pica y siento calor.

Desde que abrí los ojos en la mañana quería huir, pero no pude seguir recostada intentando  fingir que no estaba allí, pues a pesar del silencio matutino el bullicio en mi mente era insoportable, en cambio aquí afuera, aún con la música, los autos, los platos y vasos que chocan en las mesas, las voces y risas, estoy en silencio.

Las incoherencias me hacen pausar el camino, voy más lento. La gente espera una tragedia para justificar el cambio, las persiguen sin darse cuenta. Tal vez en mi vida el caos fue una detonación rápida, ahora me parece que ocurrió hace mucho tiempo, casi en sueños.

La mesera me atiende nerviosa (…sonrío), con el grupo de mujeres se siente más cómoda, quizá porque me ve sola ó tal vez se dio cuenta de mi conversación.

Observo a la mujer que me miró, está acompañada de un hombre, quizá son novios, comen y ni siquiera se miran, no hay palabra que se dirija el uno al otro. Él paga la cuenta y salen, dispersos, alejados, solos.

Vienen a mi mente rostros con nombres diferentes, recuerdos; cada uno importante en su tiempo y espacio, algunos mantienen un lazo casi imperceptible, otros se marcharon para siempre y solo unos cuantos siguen compartiendo el aire que respiro.

La reunión se termina  con una taza de café y una rebanada de pastel, el encuentro fue especial (la invitada es importante).

Me siento satisfecha y no solo por la comida, mi invitada necesitaba tiempo y dedicación, debía platicarle lo sucedido y escuchar su opinión.

La cuenta llegó, me marcho.