Una de esas tardes donde la atmósfera se plaga de melancolía y la radiante luz de la tarde se torna azul y se opaca para dar paso a las estrellas, la respiración se fue haciendo tan lenta que desapareció ante mi conciencia, y al pasar lento de las manecillas del reloj, todos y cada uno de los recuerdos almacenados en mi memoria surgieron cual si hubieran sucedido apenas unos segundos atrás.
La última escena tras las nubes grises de la mirada húmeda, era la de un rostro en cuyo semblante se podía encontrar serenidad y fortaleza, como una habitación calida en los días helados de invierno.
Me encontraba bajo un enorme árbol totalmente derrotada, el aire se hacía tan pesado como una barra gigante de plomo que cae sobre una esponja, los pulmones y el corazón estaban a punto de cesar, pero los intentos de hallar la cura en esas imágenes falaces continuaba.
Cuando creí que la muerte había llegado, un par de hoscas raíces se enroscaron en mi cuerpo y dentro de un remolino absorbente me llevaron a un sitio cálido, oscuro pero tranquilo. Los sonidos distorsionados apenas se percibían y el aire que entró exasperadamente a mis pulmones me hizo toser y casi caer nuevamente.
Lentamente me incorporé y con precaución mis ojos recorrieron cada uno de los sitios que podían ser paredes, arriba y abajo, de un lado y de otro, pero me convencí que no había nada, ni nadie. Tratando de dar un paso, sentí mis pies desnudos, pero no eran solo mis pies, sino todo mi cuerpo, la primera reacción fue tratar de cubrirme, hasta que caí en cuenta que no era necesario, pues estaba sola en la penumbra, en donde un extraño calor emanaba del rededor.
Creí que estaba muerta y me pareció que ese no era un lugar tan malo como lo suele imaginar la gente, pero no, no era posible porque ¿De donde salían esas ideas y recuerdos?, de mi mente, lo que era un claro indicio de mi lucidez.
Estuve de pie mucho tiempo, hasta que pensé que podría recostarme en algún lugar, y cuando así lo hice sentí en la espalda el áspero suelo, pero no lastimaba, al contrario era una sensación de alivio y cobijo. Entonces la sensación invadió cada centímetro de mis piernas, y luego los brazos, hasta mi cabello parecía sentirlo. Era tan extraño, tan diferente, que me di la vuelta para recostarme boca abajo y experimente la misma sensación, era como si cada vez que una parte de mi cuerpo rozara con esa superficie se desprendieran un millón de diminutas partículas de luz y calor que se mezclaban con mi esencia haciendo cosquillas sobre mi piel.
Cuando agoté todas las posiciones posibles de hacer contacto con el piso, tan solo me quedé quieta y creo que dormí, no lo sé, no había tiempo, o al menos perdí la noción de él. Al despertar pude escuchar el sonido de mis pestañas moviendo el aire, como el sonido que hace un ave de gran tamaño al emprender el vuelo, también pude escuchar el golpeteo del aire por las paredes de mi nariz y garganta al inhalar y exhalar, incluso la irrigación de la sangre era como un arroyo suave y exacto que corría en mi interior. – Creo que estoy viva – pensaba y sentía.
Nuevamente agoté mi curiosidad por experimentar sonidos; aguantando la respiración y soltándola efusivamente era más poderoso el correr de la sangre y el zumbido del aire, parpadeando rápido y luego lento se creaba un zumbido, hasta combinar todos los sonidos en un perfecto ensamble.
Al siguiente despertar quise comprobar si había dolor y tomé unos milímetros de la piel de mi muslo entre los dedos y un resplandor carmesí iluminó esa zona, incluso las yemas de mis dedos quedaron encendidas como si fueran varas de luz fluorescente que revientan en medio de la oscuridad. Entonces lo intenté de nuevo en el brazo derecho y sucedió lo mismo, pero esta vez sentí dolor y quise remediarlo con una caricia, me sorprendió ver un brillo ligeramente púrpura.
Pensé que era como un juego de niños en donde a cada tecla presionada se enciende un color distinto, así que intenté nuevas cosas. Primero di un chasquido con los dedos y apareció una luz rosa; acaricié lentamente mis piernas y la luz púrpura se fue haciendo intensa hasta tornarse magenta, entonces me detuve y la luz permaneció mientras sentía el calor de mis manos cerca, poco a poco y guardando la sensación del tacto comencé a abrir los brazos como si extendiera una cortina de suave seda y ese resplandor se expandió haciéndose brillante y al girar de mis brazos giraba también. Podía envolverme en una esfera de color con tan solo colocar las manos sobre mi cuerpo y extenderlas en forma envolvente.
No se cuanto tiempo pasó, supongo que el suficiente para olvidar las causas que me llevaron a aquel lugar. En uno de esos despertares se me ocurrió mirar hacia arriba y quedé atónita al descubrir un rayo de luz, y me preguntaba - ¿Por qué no había visto esa luz? -. Era adictiva, pues al observarla podía sentir un calor que nacía en mi interior, se ensanchaba y hacía que los músculos de mi cara se estiraran, los ojos se abrían más y los labios formaban un medio círculo.
Creo que fue esa luz combinada con los colores y sonidos los que manipularon mi cuerpo y mi mente, pues un día empecé a reír, a hacer sonidos y provocar sensaciones, una y otra vez sin parar y la luz que provenía desde lo alto empezó a descender y se hizo cada vez más grande y brillante hasta que me cegó por completo.
No se como, pero abrí los ojos nuevamente y me encontré en un sitio lleno de luz, pero era una luz distinta, venía de un par de lámparas fijadas al techo, había paredes y yo estaba acostada en una cama, con una bata blanca y sábanas blancas. Con cautela moví los dedos de pies y manos, y allí estaban sintiendo la áspera tela de las sábanas. Una joven mujer vestida de blanco llegó frente a mí y gritó, me asustó pero me quedé quieta. Luego un grupo de gente vino corriendo mostrando alegría y sorpresa.
Con paciencia y cuidado me ayudaron a ponerme en pie, entonces les pedí que me dijeran donde estaba, pero en el intento de moverme llegué a una puerta que tenía un gran cristal y me desconcerté. Aunque olvidé muchas cosas, la imagen de mi rostro joven había quedado grabada en mi mente, pero la mujer que estaba en el reflejo era una anciana, con la cara arrugada y el cabello blanco, entonces vi mis manos y pies para encontrar los miembros de una mujer envejecida.
Han pasado ya dos años desde que desperté, en los cuales he contado cada segundo, mucha gente ha venido a verme pidiéndome que les relate una y otra vez lo que sucedió, pero solo yo entiendo que mis miedos me llevaron a ese mundo extraño en donde solo vi, sentí y escuché lo que yo quise, mientras mi cuerpo real permaneció 50 años atado a la cama de un hospital psiquiátrico.