martes, 14 de diciembre de 2010

Recuerdos en tinta...



Han pasado unos días desde que mi alma se niega a hacer notar su brillo, se cubrió de un caparazón oscuro que impide que los rayos de luz se cuelen hacia el exterior. Pero no hay nada más provocativo que un roce del viento que ondea mi cabello y que me hace lanzar un suspiro.

La noche huele a cálida tranquilidad, esa que se respira cuando el cuerpo reposa en el regazo de un amor, misma que se siente con solo imaginarlo.

El viento cuestiona mi existir… lo pienso y mi cuerpo se ha detenido en completa quietud a tallar el bloque de aire y transformarlo en nube que flota y cuando haya dado la suficiente sombra se diluirá en forma de lluvia para alimentar a la tierra y recomenzar el ciclo.

He tenido noches enteras en completa vigilia, momentos en que la mente y el alma es más poderosa que el cuerpo y le impide dormir. Poco a poco, los segundos se han vuelto vitales, los añoro y cuido con delicadeza y gran afán, es como si cada segundo que llega fuese el último aliento de vida que tengo.

Estoy a la mitad de un camino que elegí para llegar a la meta, pero aún sigo observando cada huella y vislumbrando los futuros pasos.

Entre las variadas cosas que habitan en mi mente, se encuentra aquella que cubre los sentimientos y las emociones, dos cosas que sin duda alguna intervienen en el estado físico de cada ser, cuyo origen se encuentra no en el corazón ni en el estómago sino en la cabeza.

El amor… cuestión de voluntad.

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