martes, 30 de agosto de 2011

Alba...


En un vistazo alrededor, a los pies y las manos, encuentro una intención distinta. No es el cuerpo modificado, ni la esencia alterada, es la disposición a seguir caminando hacia un rumbo desconocido sin que el miedo me paralice.
Las emociones venían ya integradas en el paquete original, solo he aprendido a distinguirlas y ayudarme de ellas para alimentar la parte intangible de mi ser.
Los cambios implican abandono de algo, difícilmente entra una gota de agua en el vaso que está lleno, finalmente no es la pérdida, sino la liberación de lo que ha cumplido el ciclo y abre una puerta al vacío. Un vacío al que tantos temen y yo… yo le encuentro como el punto entre final y comienzo: la noche cierra un día con tiempos humanos establecidos, pero cuando la oscuridad aprieta se abre un nuevo ciclo para ser colmado de luz, sin límites de intensidad.
Y hablo del vacío, el final y la oscuridad porque representan en mi vida periodos de ardua labor en niveles humanos, en donde la gratificación llega cómo el cálido sol después de una helada nocturna.
Sé que no se siente con el corazón, que no hay forma de atrapar mariposas en los intestinos, que los deseos se inducen y las acciones se provocan, que la eternidad es inalcanzable, pero la luz que se crean en el interior atraviesa los poros de la piel y se propaga hacia todos los puntos… y contagia, alegra, sana, alimenta.
En muchos momentos relevantes he agradecido a la vida por cada lágrima y sonrisa, por el descanso y el agotamiento, por el desprecio y la aceptación; Lo sigo haciendo.
Cuando fui desalojada de una casa… mi casa, no abandoné un montón de paredes, dejé el enorme bloque de cosas acumuladas en años. Salí sin equipaje, sin ilusiones ni esperanzas…vacía. Evidentemente, mi condición terrenal y a veces ligera me encerró en la duda. Me alegra comprender ahora que el vacío y el encierro llegaron en el momento indicado, pues estoy comenzando a escribir una historia nueva, con colores que iluminan y palabras que se inventan.
Hoy, sé que vivir implica la interacción de un cuerpo y su alma con otros. Hoy, puedo expresar lo que antes ni siquiera reconocía. Hoy, tengo la fuerza para escalar una montaña por simple placer y la paciencia para sentarme a esperar la sombra de aquella nube que sé llegará a medio día.
Aún no sé si amor es la palabra correcta, ó si las almas permanecen unidas a través del tiempo, pero lo que sea que haya intervenido, me hizo reconocer una mirada a pesar de tener los ojos cerrados, conocer la presencia o ausencia física por el olor de un cuerpo, palpar con los dedos la tensión de la mente, calmar la respiración y coraje con un beso.
Tal vez, la emoción que siento llegará a su fin en un par de horas, o se grabe en la historia a través de los siglos… pero hoy me hace sentir dichosa.
El miedo seguirá amarrado a mi cintura mientras camine y sueñe, la diferencia es que lo he tomado de la mano cómo compañero y maestro.
No espero, ni persigo… solo pido que siga llegando a mi vida lo que necesito, no lo que quiero.

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